¿QUÉ SON LOS SEXÓLICOS? ¿QUÉ ES LA SOBRIEDAD SEXUAL?
Hablamos por nosotros mismos. La naturaleza especializada de SA puede entenderse mejor en términos de lo que llamamos sexólico. Los sexólicos se han situado ellos mismos fuera del contexto de lo que llamamos lo bueno y lo malo. La lujuria se ha convertido en una adicción. Nuestra situación es como la de los alcohólicos que ya no pueden tolerar el alcohol y deben dejar de beber por completo, pero su relación de dependencia es tan grande que no pueden lograrlo. Así sucede con los sexólicos o borrachos del sexo, que no pueden tolerar la lujuria pero al mismo tiempo no pueden prescindir de ella.

EL PROBLEMA
Muchos de nosotros nos considerábamos inferiores, despreciables y nos sentíamos asustados y solos. Lo que veíamos en nuestro interior nunca igualaba lo que veíamos en el exterior de los demás.
Desde un principio, nos sentimos desconectados: de nuestros padres, de nuestros semejantes y de nosotros mismos. Nos aislábamos del mundo mediante la fantasía y la masturbación. Tratábamos de establecer alguna conexión sumergiéndonos en fotos e imágenes y persiguiendo a los objetos de nuestras fantasías. Perseguíamos con lujuria, y deseábamos que se nos persiguiese con lujuria también.
Nos convertimos en verdaderos adictos: relaciones sexuales con nosotros mismos, promiscuidad, adulterio, relaciones de dependencia y fantasía en aumento. Conseguíamos el sexo con la mirada; lo comprábamos, lo vendíamos, lo intercambiábamos, lo regalábamos. Éramos adictos al coqueteo, a la provocación y a lo prohibido. La única manera que conocíamos de liberarnos de la tiranía del sexo consistía en hundirnos aún más en él. "Por favor, relaciónate conmigo y lléname", implorábamos de rodillas. A la vez que buscábamos con lujuria tratando de lograr el estado de trance definitivo, cedíamos nuestra propia voluntad a los demás.
Esto nos producía sentimientos de culpabilidad, odio a nosotros mismos, remordimientos, vacío interior y dolor. Nos encerrábamos cada vez más dentro de nosotros mismos, alejados de la realidad, del amor, y perdidos en nuestro interior.
Nuestra conducta imposibilitaba la verdadera intimidad. Desconocíamos lo que era la unión real con alguien, porque nos interesaba sólo lo ilusorio. Nos atraía el "hechizo" de lo físico-sexual, el contacto que producía efectos mágicos; precisamente porque así evitábamos la intimidad y la unión verdadera. La fantasía corrompía lo real, la lujuria mataba al amor.
Primero adictos, después incapaces de dar amor, recibíamos de los demás para llenar el vacío que existía en nuestro interior. Nos engañábamos una y otra vez al pensar que la siguiente persona sería la que nos salvara, y mientras tanto, íbamos desperdiciando nuestras vidas.

LA SOLUCIÓN
Nos dimos cuenta que nuestro problema tenía tres dimensiones: la física, la emocional y la espiritual y que, por tanto, la curación tendría que producirse en las tres.
El cambio de actitud decisivo comenzó cuando admitimos que éramos incapaces de curarnos, que nuestra adicción era más poderosa que nosotros y nos había vencido. Asistimos a las reuniones e interrumpimos nuestras conductas. Para algunos esto significaba no practicar ninguna actividad sexual, en solitario o acompañados, además de abstenernos de relaciones de pareja. Para otros significaba un periodo de abstinencia sexual con su cónyuge para poder recuperarse de la lujuria.
Descubrimos que éramos capaces de parar, que no satisfacer el hambre no nos mataba, ¡y que en realidad el sexo era opcional! ¡La esperanza de libertad nació y comenzamos a sentirnos libres! Con más ánimo para proseguir, renunciamos a nuestra obsesión con el sexo y con nosotros mismos, que nos empujaba al aislamiento, y nos volvimos hacia Dios y hacia los demás.
Todo esto nos aterrorizaba. No podíamos ver lo que había más adelante, salvo que otros habían seguido anteriormente ese mismo camino. Cada nuevo acto de rendición se asemejaba a un salto al abismo, pero lo dábamos. Y en vez de matamos, ¡la capitulación mataba la obsesión! Habíamos dado un paso hacia la luz, hacia un modo de vida completamente nuevo.
La fraternidad nos ayudaba a no sentimos abrumados y a mantenemos alerta: era un refugio en el que al fin podíamos enfrentarnos a nosotros mismos. En vez de cubrir nuestras emociones con sexo compulsivo, comenzamos a exponer las raíces de nuestra hambre y de nuestro vacío espiritual. Y comenzó la curación.
Al enfrentarnos a nuestros defectos, sentíamos deseos de cambiar; el ponerlos en manos de Dios hizo que perdieran el poder que sobre nosotros tenían. Por primera vez comenzamos a sentimos más cómodos con nosotros mismos y con los demás sin necesidad de recurrir a nuestra "droga".
Tratamos de enmendar nuestros errores perdonando a cuantos nos habían ofendido y tratando de no ofender a los demás. Con cada enmienda, el peso de la culpa que nos atorrnentaba iba disminuyendo, hasta que pudimos erguir la cabeza, mirar al mundo a los ojos y respirar libres.
Comenzamos a vivir una sobriedad positiva, realizando actos de amor para mejorar nuestras relaciones con los demás. Estábamos aprendiendo a dar, y en la medida en la que dábamos, recibíamos. Conseguíamos lo que ninguno de esos sustitutos jamás fue capaz de proporcionamos. Estábamos estableciendo la Conexión verdadera. Habíamos llegado.

LAS DOCE PROMESAS
Vamos a conocer una libertad y una felicidad nuevas.
No nos lamentaremos por el pasado ni desearemos cerrar la puerta que nos lleva a él.
Comprenderemos el significado de la palabra serenidad y conoceremos la paz.
Sin importar lo bajo a que hayamos llegado, percibiremos cómo nuestra experiencia puede beneficiar a otros.
Desaparecerá ese sentimiento de inutilidad y lástima de nosotros mismos.
Perderemos el interés en cosas egoístas y nos interesaremos por nuestros compañeros.
Se desvanecerá la ambición personal.
Nuestra actitud y nuestra visión de la vida cambiarán. Se nos quitará el miedo a la gente.
Perderemos el miedo a la inseguridad económica.
Intuitivamente sabremos manejar situaciones que antes nos desesperaban.
De pronto comprenderemos que Dios está haciendo por nosotros lo que por nosotros mismos no podíamos hacer.
¿Son estas promesas extravagantes? No lo creemos. Están cumpliéndose entre nosotros -a veces rápidamente, a veces lentamente, pero siempre se realizarán si trabajamos para obtenerlas.

LOS DOCE PASOS DE SEXÓLICOS ANÓNIMOS
1º. Admitimos que éramos impotentes ante la lujuria, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
2°. Llegamos a creer que un Poder Superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio.
3°. Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos.
4°. Sin miedo, hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos.
5º. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos.
6°. Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos estos defectos de carácter.
7°. Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos.
8°. Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos.
9°. Repararnos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros.
1Oº. Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.
11º. Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como nosotros lo concebimos, pidiéndole solamente que nos permitiese conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla.
12º. Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los sexólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos
(Texto extraído del "LIBRO BLANCO" de Sexólicos Anónimos)
LAS DOCE TRADICIONES DE SEXÓLICOS ANONIMOS
- Nuestro bienestar común debe tener la preferencia; la recuperación personal depende de la unidad de SA.
- Para el propósito de nuestro grupo sólo existe una autoridad fundamental: un Dios amoroso tal como se exprese en la conciencia de nuestro grupo. Nuestros líderes no son más que servidores de confianza. No gobiernan.
- El único requisito para ser miembro de SA es el deseo de liberarse de la lujuria y de alcanzar la sobriedad sexual.
- Cada grupo debe ser autónomo, excepto en asuntos que afecten a otros grupos o a SA, considerado como un todo.
- Cada grupo tiene un objetivo primordial: llevar el mensaje al sexólico que aún está sufriendo.
- Un grupo de SA nunca debe respaldar, financiar o prestar el nombre de SA a ninguna entidad allegada o empresa ajena, para evitar que los problemas de dinero, propiedad y prestigio nos desvíen de nuestro objetivo primordial.
- Todo grupo de SA debe mantenerse completamente a sí mismo, negándose a recibir contribuciones de afuera.
- SA nunca tendrá carácter profesional, pero nuestros centros de servicio pueden emplear trabajadores especiales.
- SA, como tal nunca debe ser organizada; pero podemos crear juntas o comités de servicio que sean directamente responsables ante aquellos a quienes sirven.
- SA no tiene opinión acerca de asuntos ajenos a sus actividades; por consiguiente su nombre nunca debe mezclarse en polémicas públicas.
- Nuestra política de relaciones públicas se basa más bien en la atracción que en la promoción; necesitamos mantener siempre nuestro anonimato personal ante la prensa, la radio y el cine.
- El anonimato es la base espiritual de todas nuestras tradiciones, recordándonos siempre anteponer los principios a las personalidades.
(Texto extraído del "LIBRO BLANCO" de Sexólicos Anónimos)